La Decepción de Copérnico

Imaginemos por un momento que no conocemos absolutamente nada del Universo y vemos como se mueven el Sol, la Luna y las estrellas en el cielo. Estoy seguro de que muchos llegaríamos a la conclusión de que estos cuerpos giran a nuestro alrededor.

Hay que realizar el ejercicio para entender la genialidad de Nicolás Copérnico al notar, en el siglo XVI, que esos movimientos son aparentes, y comprender que nuestro planeta no está realmente en el centro de todo. Fue en 1543 que se publicó de forma póstuma la teoría heliocéntrica de Copérnico, la cual tuvo aportes posteriores de científicos como Galileo y Kepler, hasta que Focault, en 1851 aportó la última prueba que nos obligó a aceptar nuestra derrota ante el Sol.

Entonces, ¿qué pensaría Copérnico si nos escuchara discutir que la Tierra es plana? Me permito aclarar en este punto que no me refiero a la humanidad de la antigua Europa, ya que a diferencia de lo que muchos creen, la idea de una Tierra Plana no era la más aceptada en tiempos de Colón. Incluso Ptolomeo, quien planteó La Tierra como el centro del Universo, lo hizo desde el siglo II, ilustrando al planeta de forma esférica.

No. El Terraplanismo es obra del ser humano moderno. La creencia de que los colonizadores españoles temían caer de un borde si navegaban más allá de lo debido es una idea que surgió en el siglo XX, y quienes realmente creen que ese peligro está latente, conviven con nosotros en pleno siglo XXI.

Aunque cueste creerlo, una parte de la sociedad que hoy se conoce como Terraplanistas, predica y difunde esta idea, y está creciendo día a día. ¿Cómo es posible que algo que a varios de los mejores científicos de la historia les tomó 300 años construir, esté perdiendo credibilidad en nuestra sociedad de manera tan acelerada?

Esta misma pregunta se aborda en el documental de Netflix “Behind the curve”, el cual se centra en una organización estadounidense llamada International Flat Earth Society (Sociedad Internacional de la Tierra Plana). El documental nos muestra como las redes sociales juegan un importante papel en este fenómeno, y han colaborado a difundir la idea más rápido de lo que quisiéramos. Sin embargo, no es responsabilidad de Facebook ni de Twitter educar a las personas. ¿No es acaso eso responsabilidad de los científicos y profesionales cuya formación se basa en la ciencia?

Al analizar los escenarios antiguo y actual, vemos que Copérnico y compañía fueron capaces de forjar algo que nosotros no estamos siendo capaces de mantener. No estoy poniendo en duda la capacidad científica de los profesionales de hoy. Los descubrimientos científicos y avances tecnológicos son mayores hoy en día, pero aún así, pareciera que ese conocimiento no cala en la comunidad general. Esto demuestra una falta de interés, o bien, incapacidad de los científicos actuales para compartir el conocimiento de una forma clara y accesible al resto de las personas.

Esto se hace aún más evidente al ver como los Terraplanistas se han vuelto el hazmerreír de la comunidad científica. Esto va en contra de toda lógica: quien no se haya formado en el tema tiene el derecho a tener un concepto erróneo, y es deber de quien sí tenga formación, corregirlo.

Un equivalente al terraplanismo en Costa Rica son los “teóricos de que tiembla cuando hace calor”. Esta creencia es muy común en nuestro país, y lamentablemente, es igual de común es ver comentarios de colegas que dejan muy claro a estas personas que se están diciendo algo tonto, mas no aclaran si el calor produce o no sismos (por si acaso aclaro que no).

Pero ¿Debemos alarmarnos porque unas cuantas personas quieran creer esto? ¿Qué daño pueden hacer unos cuantos cientos de personas ignorando un hecho científico? Bueno, pregúntele a una de las mayores potencias económicas del mundo, cuyo principal líder cree que el calentamiento global no es real.

Con el terraplanismo, quizá aún no sea tiempo de alarmarse. Pero este hecho muestra una pérdida de credibilidad en la comunidad científica, e invita a reflexionar que papel ha jugado el propio científico en esto.

Veamos como ejemplo el lenguaje, un aspecto en el que falla mucho el científico actual. Los descubrimientos hoy en día son asombrosos. Sin embargo, éstos se presentan en informes cuya jerga técnica no invita a pasar más allá del primer párrafo, haciendo que legos en el tema no puedan apreciar su importancia, y todo porque aún redactamos como si el informe lo fuera a leer y calificar un profesor, o hablamos como si fuéramos a exponer una tesis.

Como sociedad debemos estar orgullosos de nuestros científicos y sus logros. Pero no está de más echar un vistazo al pasado y aprender de nuestros antiguos colegas, no solamente sus teorías y sus fórmulas, sino también su compromiso. Ya que sin duda, y respondiendo a la pregunta inicial, Copérnico estaría desilusionado, no de los terraplanistas, sino de quienes debimos instruirlos.