¿Alguna vez ha visto el anuncio de un banco en el que aparentan estar deseosos de brindarle un crédito? Puede ser que el emperador Palpatine viera uno similar. Sin embargo, cuando fue a solicitar el préstamo para su segunda estrella de la muerte, se dio cuenta de que no es tan sencillo y que debía cumplir una serie de requisitos para que el banco financiara su arma espacial.
Por más irónico que pudiese parecerle, esto es normal y muy justificado, ya que las empresas financieras no basan su negocio prestando el dinero, sino cobrándolo, y ese análisis previo al que todos somos sometidos existe para evaluar nuestro riesgo financiero; es decir, para estudiar la posibilidad de que podamos o no pagar ese préstamo.
El análisis de riesgos financieros es una tarea diaria en todos los bancos, pero en los últimos años se han incluido otros factores en el análisis del riesgo de los clientes: el social y ambiental.
Las consecuencias negativas que ciertos proyectos han tenido sobre el ambiente y las comunidades han generado que las industrias y megaproyectos estén en el ojo público, por lo que se buscan responsables cada vez que sale a la luz uno de estos impactos negativos. Esa cacería de responsables puede extenderse hasta quienes financiaron el proyecto, afectando su reputación. Debido a esto, las entidades financieras han incluido las variables ambiental y social dentro de sus análisis de riesgo.
Muchos pensarán, incluyéndome, que analizar el impacto social y ambiental que tendría cualquier inversión es un acto que debe ser motivado por la conciencia. También, muchos pensarán que La guerra de las galaxias terminó en aquella épica batalla en la luna de Endor, pero no. La realidad es que la historia de Lucas continuó con una saga nada digna de las anteriores, realizada únicamente por el frenesí económico que se generó al revivirla. Al igual que en La guerra de las galaxias, es el factor económico el que motiva este nuevo análisis en los bancos, ya que nadie invierte a menos que reciba ganancias, o en este caso, evite pérdidas.
Quienes vieron el episodio VI de la saga de Lucas entenderán que la construcción de la segunda estrella de la muerte no se habría financiado si se hubiese evaluado antes el impacto social que iba a tener en la comunidad Ewok de Endor. Los Ewoks fueron desalojados y luego se unieron a la campaña rebelde que terminó en la destrucción de la estrella. Este es un claro ejemplo de cómo la falta de un análisis de riesgo social comprometió la inversión del emperador.
Un ejemplo más cercano es el de la empresa minera Vale. Ocurrió en enero de este año en Brasil, cuando un dique se rompió generando un flujo de lodo que dejó 65 muertos y grandes daños ambientales. Tras el desastre, la empresa sufrió un bloqueo de $3.1 millones por resarcimiento de daños, una multa de 449 millones de reales (aproximadamente 116 millones de dólares), y sus acciones bajaron 24% en la bolsa de Sao Paulo. Todas estas repercusiones económicas no fueron previstas por la empresa, comprometiendo su capacidad para afrontar otros compromisos que la empresa pudiese tener con entidades financieras.
Al igual que un banco no le brindaría crédito a un cliente cuyo análisis financiero muestre que no cumple con sus deudas, tampoco debería darlo a aquel cuyo análisis muestre que no actúa con responsabilidad ambiental y social.
Nuevamente Vale funciona como ejemplo, considerando que en 2015 ya había ocurrido un desastre similar en otro dique del cual la empresa era copropietaria.
Es importante que las empresas financieras evalúen los posibles impactos ambientales y sociales de sus créditos, y no solo considerando su reputación, sino entendiendo que son una parte importante de los proyectos que financian, por lo que deben de asumir su responsabilidad en el proceso para evaluar los impactos que generan.
Tal vez si el emperador lo hubiera hecho, los rebeldes no habrían destruido la segunda estrella de la muerte en Endor. O pensándolo bien, lo más probable es que no hubiera conseguido el financiamiento considerando que, al igual que le ocurrió a Vale, en el episodio IV ya le habían destruido la primera.