En un reciente episodio del programa de radio La telaraña, la destacada ingeniera Sandra Cauffman señaló: “La Tierra es nuestra nave en el espacio, en la que estamos flotando en la inmensidad. Este planeta nos da aire, nos da vida, y aún así no lo estamos cuidando.” Estas frases nos recuerdan que la Tierra es nuestro hogar y que debemos actuar ante el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el crecimiento desmesurado de las desigualdades, entre otros retos de nuestro tiempo.
Estos temas se han convertido en una prioridad para actores clave del sector financiero. Así pudo comprobarse durante la Semana de la Sostenibilidad organizada por el grupo Banco Interamericano deDesarrollo (BID), celebrada el pasado mes de junio, después de una necesaria pausa pandémica. El foro reunió a más de 500 participantes de América Latina y abordó temas relevantes de las finanzas sostenibles para la industria y las instituciones financieras.
Las conclusiones de ese evento son alentadoras. Según Climate Bonds Market Intelligence, el mercado mundial de bonos temáticos se triplicó del 2019 al 2021 y alcanzó unos 1160 billones de dólares. Esto nos confirma que el apetito del mercado hacia los bonos temáticos ha crecido significativamente en los últimos tres años, a pesar de la pandemia de COVID-19. Además, los datos preliminares para el 2022 indican que la guerra en Ucrania no ha afectado el nivel de inversión, que será similar al del 2021.
Bonos temáticos y requisitos
La familia de los instrumentos de deuda que conocemos como bonos temáticos es cada vez mayor. Además de los bonos verdes, sociales, sostenibles, azules y de género, en 2019 aparecieron los bonos vinculados a la sostenibilidad, conocidos como SLBs, por sus siglas en inglés. En 2021, la emisión de los SLBs en Latinoamérica fue casi tan frecuente como la de los otros bonos temáticos. Se estima que su emisión se incrementará en los próximos años.
Existe una creciente necesidad de la banca multilateral de desarrollo, y de otros fondos internacionales, de invertir en proyectos sostenibles en nuestra región. Ante este panorama, surgen algunas preguntas. ¿Qué requisitos deben cumplir los emisores de bonos temáticos? ¿Qué oportunidades se vislumbran para las empresas y las instituciones financieras en Costa Rica?
Para empezar, es imprescindible que el emisor contribuya con los Objetivos de Desarrollo Sostenible; por ejemplo, la salud y el bienestar de las personas, la disminución de la pobreza o la acción por el clima. Por lo tanto, es necesario iniciar con un diagnóstico para determinar a qué tipo de bono o bonos temáticos se ajusta el emisor, según sus planes de crecimiento, actividades y activos.
También es necesario evitar el llamado greenwashing, que ocurre cuando se promueve como “verde” o “sostenible” algo que está lejos de serlo. El fenómeno ocurre a pesar de que es necesario contar con un marco del bono, una verificación externa y la emisión de informes que dan fe de los resultados obtenidos, de acuerdo con la Asociación Internacional de Mercados de Capital (ICMA, por sus siglas en inglés).
Para evitar el greenwashing, varias instituciones y países han trabajado en taxonomías que ayuden a precisar etiquetas como “verde”, “sostenible” o “social”. Además, muchos inversionistas requieren de otros respaldos para optar por un bono temático, como la certificación del Climate Bond Initiative. Esta certificación ayuda a que se obtengan resultados medibles, reportables y verificables, durante el período de vigencia del bono.
Oportunidades en Costa Rica
Una empresa local puede emitir un bono temático tanto en el mercado local como en el internacional. En el primer caso, desde 2021, nuestro país cuenta con una ley que pretende potenciar el financiamiento e inversión, mediante el uso de valores temáticos de oferta pública. Esta ley establece que un dos por ciento del portafolio de inversionistas institucionales, como las operadoras de pensiones y los fondos de inversión, debe destinarse a valores de oferta pública temáticos, lo que representa un aporte significativo de fondos.
Por otra parte, a pesar de que existe un contexto de inversión favorable en el mercado internacional, se han emitido menos de cinco bonos en esos mercados. En el 2021, el ICE realizó una emisión de un SLB que, según el semanario El Financiero, en su edición del 30 de setiembre de 2021, fue anunciada para colocar $300 millones y, al cierre de la edición, los montos ofrecidos por los inversionistas superaban los $900 millones.
Este es un momento clave para actuar. Desafortunadamente, existe un grado importante de desinformación sobre el verdadero potencial de estos instrumentos entre los inversionistas institucionales, los corredores de bolsa y los potenciales emisores de bonos. Las posibilidades de financiar proyectos o emprendimientos, incluso pequeños o medianos, a través de bonos temáticos nunca habían estado tan a la mano.
El Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible han definido las reglas del juego. En el muy corto plazo, será necesario colocar billones de dólares para inversiones sostenibles en el mercado Latinoamericano. Sólo los inversionistas y desarrolladores informados se subirán al barco de las finanzas del siglo XXI, lo que significa entender que el acceso a fondos estará condicionado, cada vez más, a un uso sostenible del dinero. Sólo así tendremos proyectos en los cuales invertir y un planeta sano para vivir. Eso ocurrirá si tomamos decisiones financieras sostenibles.