A ritmo de salsa

“Decisiones, cada día. Alguien pierde, alguien gana, Ave María”, dice el coro de una canción de Rubén Blades que sonó por primera vez a mediados de los ochenta. Decisiones nos pone a bailar al ritmo de salsa mientras nos cuenta tres historias sarcásticas. A Blades no le interesa hacer juicios de valor sobre qué decisión es la correcta. Le interesa más bien mostrarnos a unos personajes asombrosamente cercanos a nuestras vidas y ofrecernos la posibilidad de vernos reflejados en ellos. Esos personajes somos nosotros.

Tomamos decisiones todo el tiempo: desde el momento en que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Algunas decisiones parecen estar presentes incluso en nuestros sueños. A veces las tomamos tras reflexiones intensas; otras las tomamos sin pensar. Algunos acuden a drogas para no decidir y otros deciden porque eso los hace ser cool. En todo caso, siempre que decidimos nos influencian nuestras creencias, valores y, en algunos casos, nuestra necesidad íntima de influenciar a los demás.

De quienes deseen influir favorablemente en los demás no nos habla Rubén Blades. Estos “influencers” positivos no están presentes entre las historias de su mundo musical. Y a pesar de que nos reímos muchísimo gracias al ingenio agudo de su letra, nos preguntamos dónde estarán aquellos que influencian para buscar el bien común, o aquellos que al menos no dañan a los demás con sus acciones.

Porque daña el alcohólico temerario que choca y mata a pobres inocentes. A él no le interesa si su forma de conducir provoca la muerte de otros; lo único que le interesa es él mismo. Actúa y decide sólo para buscar placer inmediato.

También produce daño el casanova que le propone una aventura descarada a su vecina, sin considerar que el marido de ella podría reventarle la cabeza con un bate de beisbol. Piensa únicamente en el placer de una pequeña parte de su cuerpo y no en el impacto negativo que podría tener sobre el resto de su humanidad. Al menos esta decisión le impactará sólo a él. En principio.

Finalmente, la pareja que se “jala torta” prefiere no decirle nada a sus familias “porque esperar es mejor”. Ellos están en otra liga: en la de quienes deciden no decidir. Prefieren quedarse esperando esa motivación externa o ese empuje adicional -que podría no llegar-, antes de actuar por su iniciativa.

¿Dónde quedan quienes toman decisiones, los generosos y considerados, que piensan en los otros y en las necesidades de la sociedad en que les tocó vivir? Definitivamente son enanos de otro cuento (o de otra canción).

Curiosamente, Rubén Blades es un perfecto ejemplo de esos “influencers” positivos. Mucho se sabe del contenido social de la música del compositor, pero muy poco sobre cómo y por qué llegó a ser una persona tan influyente, tanto en la música como en la política. Un acercamiento a la intimidad del personaje se consigue a través del documental “Yo no me llamo Rubén Blades”, que se presentará durante el Festival Internacional de Cine de Costa Rica y se estrenará en HBO el 1 de abril de este año.

El documental del director panameño Abner Benaim nos muestra cómo una persona con un título de derecho de la Universidad de Harvard decide lanzar una moneda al aire e irse a Nueva York para entrar por la puerta trasera de la Fania All-Stars –el grupo formado a mediados de los 60’s, que reunía a los salseros más destacados de la época-, en lugar de optar por algún prestigioso bufete panameño. Con esta actitud, Rubén Blades es consecuente con la segunda parte del coro de su canción, que dice: “Decisiones, todo cuesta. Salgan y hagan sus apuestas, ciudadanía”.

Si Blades se hubiera quedado en su zona de confort, pensando en su bienestar inmediato mientras conduce su BMW último modelo, no habría trabajado como ayudante en el departamento de correo de Fania All-Stars. Tampoco se habría encontrado, 50 años después, con más de 200 canciones escritas, 40 álbumes, 17 premios Grammy y una campaña política presidencial. Porque el cantante es un ser político: le interesa la sociedad en la que vive y, sobre todo, el futuro de su país.

Rubén Blades se ha involucrado con el mundo que le rodea. Le duelen las injusticias y ha sido un crítico persistente de lo establecido. Es el personaje ausente de su propia canción, que hizo apuestas para buscar nuevos horizontes e implicarse en el bienestar de los demás. A veces nos toca ser apaleados con el bate, criar bebés cuando aún somos bebés, o sufrir años de cárcel por alguna estupidez cometida. Sin embargo la vida es generosa y nos permite equivocarnos, aprender y seguir adelante.

¿Vamos a vivir la vida preocupándonos sólo por nosotros, sin enteramos de lo que necesitaban nuestro vecino, nuestro país y nuestro planeta? Algunos pensarán que esto es tan difícil como hacerse cantante o compositor pero en realidad no lo es. Basta con tener un poco de sensibilidad y respeto por lo que nos rodea para lograr el efecto multiplicador, a ritmo de salsa, que este mundo necesita.