Banca comercial y finanzas sostenibles: retos y oportunidades

Emma Tristán, directora general de Futuris Consulting, destaca cómo los bancos comerciales de América Latina deben adaptar sus modelos de crédito a las inversiones sostenibles o se arriesgan a perder tanto una oportunidad de negocio vital como una cuestión de competitividad.

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América Latina se enfrenta a una paradoja: la región cuenta con abundantes recursos renovables y empresas dispuestas a invertir en tecnologías limpias, pero la oferta de financiación sostenible sigue siendo muy limitada. Para muchas personas y empresas, el verdadero obstáculo no es la falta de soluciones tecnológicas, sino la dificultad para acceder a créditos que las hagan viables.

Hace unos 10 años, GoSolar comenzó a instalar paneles solares en Costa Rica, un país donde el coste de la electricidad ha sido históricamente elevado. Para muchas empresas, invertir en energías renovables parecía una vía obvia para reducir gastos. Sin embargo, los bancos comerciales no ofrecían entonces créditos que se adaptaran a la naturaleza de esas inversiones, con plazos largos, rendimientos graduales o garantías diferentes a las tradicionales. Ante ese vacío, GoSolar decidió financiar a sus clientes. En otras palabras: donde la banca no supo responder, una empresa encontró una oportunidad de negocio.

Esta situación no es exclusiva de Costa Rica. En 2023, un grupo de agricultores dedicados a la ganadería, en una región remota del Caribe colombiano, se benefició de la instalación de biodigestores. Así, al convertir el estiércol en biogás, ya no fue necesario talar el bosque para obtener leña, ni pagar por cilindros de gas. ¿Por qué los bancos comerciales no identificaron esa oportunidad de negocio, teniendo en cuenta que cada biodigestor se vende por unos 5000 dólares?

Según el Climate Finance Lab, América Latina necesita movilizar entre 215 000 y 284 000 millones de dólares anuales en financiación climática para cumplir con el Acuerdo de París. En 2023, los bancos multilaterales de desarrollo asignaron 74 700 millones de dólares a los países de ingresos bajos y medios. La cifra fue histórica, pero insuficiente: por cada dólar que llegaba, se necesitaban dos o tres. Aunque parte de esa financiación provendrá de organizaciones multilaterales, la banca comercial cumple un papel central, dada su relación directa con las personas y las empresas.

Avances y necesidades

A pesar de la brecha, países como Colombia, Chile, México, República Dominicana y Costa Rica han desarrollado taxonomías verdes, que reducen la incertidumbre, tanto para las empresas como para los bancos, y ayudan a definir con precisión qué es una inversión verde.

En Costa Rica se observan algunos signos de progreso: el Banco Nacional lanzó en 2025 su línea BN Pura Verde, centrada en la eficiencia energética y las energías renovables, mientras que el Banco Promerica ha introducido créditos con un enfoque medioambiental. Se trata de ejemplos concretos, pero reflejan que la banca comercial puede innovar si se generan instrumentos que permitan la estandarización y la respuesta a las demandas del mercado.

Estos esfuerzos siguen siendo fragmentados. Transferir las taxonomías verdes a la práctica bancaria no es sencillo: requiere la modificación de los sistemas de crédito, la formación técnica y, sobre todo, un enfoque que combine lo ambiental con lo social. La sostenibilidad no se mide solo por la reducción de las emisiones de las empresas financiadas, sino también teniendo en cuenta criterios como la inclusión laboral, el respeto a las comunidades y la transparencia en su gestión. De lo contrario, la inversión sostenible se convierte en greenwashing.

Competitividad y supervivencia empresarial

Es fundamental comercializar estos productos mediante, al menos, tres acciones: incorporar la financiación sostenible en la estrategia empresarial; identificar los productos en función de las necesidades de los clientes potenciales; y definir condiciones preferenciales para este tipo de crédito en relación con el tipo de interés, el plazo y las garantías. Este proceso requiere la implementación de indicadores de rendimiento asociados a la venta de estos productos.

Existe demanda de soluciones sostenibles, al igual que la voluntad de invertir, ya que muchos de los beneficios económicos y medioambientales son tangibles.

En un contexto en el que convergen los costes energéticos, la vulnerabilidad climática y los compromisos internacionales, la banca comercial no puede permitirse quedarse al margen. Apostar por las finanzas sostenibles no es un ejercicio filantrópico: es una cuestión de competitividad y supervivencia empresarial. Los bancos que lo comprendan pronto no solo contribuirán a cerrar la brecha financiera, sino que también se posicionarán como protagonistas de la transformación económica de América Latina.

Publicado en: The Business Year