El 24 de enero de 2019 el presidente Carlos Alvarado comunicó un nuevo desafío ambiental para Costa Rica: lograr la descarbonización del país para el 2050. Aunque esto volvió positivamente los ojos del mundo hacia nuestro pequeño país latinoamericano; también hizo que como ticos nos preguntáramos: ¿de verdad estamos preparados para asumir este compromiso?
Para los países extranjeros, la primera respuesta probablemente sería que sí. A nivel mundial Costa Rica siempre se ha visto como un país verde, que cuida la naturaleza y se desarrolla alrededor de ella. Lo anterior debido a grandes ideas que se han implementado y han tenido promoción a nivel mundial.
Costa Rica inició su camino hacia la sostenibilidad durante los años 80, cuando decidió revertir el problema de deforestación protegiendo sus bosques y pagando por la protección de los recursos naturales. Estos esfuerzos aumentaron la cobertura forestal de un 21%, a finales de los 80, hasta un 52% en la actualidad.
De igual manera, el país optó por invertir en fuentes renovables para la producción de energía como el agua, el Sol y el viento. Según datos del gobierno, en el 2017 el 99.5% de la electricidad fue generada sin el uso de combustibles fósiles.
Estos y otros esfuerzos son los que han generado que a nivel mundial se vea a Costa Rica como un país verde; sin embargo, esta idea no es del todo cierta.
Hace algunos años, durante el segundo gobierno de Óscar Arias, el presidente anunció que Costa Rica quería ser carbono neutral para el 2021, año en el cual celebraría su bicentenario de independencia. Todos los costarricenses se llenaron de orgullo y los países extranjeros elogiaron el plan. No obstante, a dos años de cumplirse el plazo, aún nos encontramos muy lejos de la meta.
El Plan de descarbonización indica que, si no tomamos las medidas necesarias, las emisiones de Costa Rica aumentarán en un 2,4% anual. Es decir, podrían llegar a incrementarse en un 132% para el 2050. Nuestras principales fuentes de emisiones son el transporte público y privado, la producción industrial, la construcción, la generación de residuos y la agricultura.
Aunque nuestra producción eléctrica se basa en fuentes renovables, el consumo de combustibles fósiles ha aumentado de forma continua desde hace más de dos décadas. Las industrias, los vehículos particulares, de transporte público y de carga pesada, siguen impulsándose a base del consumo de combustibles fósiles.
Si bien es cierto que nuestros bosques nos permiten disfrutar de hermosos paisajes fuera de la ciudad, en nuestras calles no dejamos de percibir la contaminación: vehículos que generan humos grises, industrias que descargan sus aguas residuales con muy poco tratamiento y ríos que transportan grandes cantidades de basura.
De igual forma, aunque el tico sea visto como una persona consciente y preocupada por el cuido del ambiente, consumimos productos con cantidades exageradas de empaques plásticos, tiramos basura en la calle porque no hay un basurero cerca, preferimos transportarnos en carro que en bicicleta, preferimos contaminar porque es más fácil.
Costa Rica no puede lograr una economía cero emisiones si no cambia de verdad su estrategia, su producción, sus leyes y educa a su población. Este esfuerzo implica, por ejemplo, reemplazar sus modelos de transporte público para que sean más atractivos y seguros para los usuarios, asegurar un correcto tratamiento de sus residuos, incluyendo las aguas residuales, y beneficiar a las industrias que basan su producción en metodologías verdes.
El Plan de descarbonización es una gran idea, y como costarricenses debemos estar orgullosos de que nuestro país se sume a los esfuerzos por minimizar las emisiones. Sin embargo, no podemos esperar que Costa Rica de verdad prospere y logre sus metas si no hay un verdadero cambio, desde el gobierno hasta las industrias y los ciudadanos.
Parece ser muy tarde para alcanzar el objetivo de un bicentenario verde, pero aún estamos a tiempo para trabajar juntos en la descarbonización de Costa Rica para el año 2050.