Un buen día como de costumbre, Fabio ingresó a Facebook para informarse de lo más reciente. Tras deslizar el dedo un rato en la pantalla, vio una noticia que su amiga compartió y que titulaba: Mina de oro impacta nuestro bosque. El enlace a la nota estaba ilustrado con la imagen de una mano mugrienta sosteniendo una pepita, y relataba cómo se había talado una parte del bosque en su comunidad para instalar una mina de oro.
Fabio, se indignó al ver cómo destruían su bosque por algo tan ostentoso e insignificante como el oro, y colocó un rotundo #NoMasMineria. Decidido a saber más del tema, continuó investigando en páginas y grupos ambientalistas, estando cada vez más seguro de que no solo la minería de oro, sino también de otros minerales como el cobre y la bauxita, ocasionan un daño irreparable a nuestro ambiente.
Y así, con esa noticia, fue como comenzó el movimiento anti-minería más grande que se ha visto. Fabio atrajo cada vez más personas a su causa, y junto a ellas, luchó para eliminar las atrocidades ambientales y sociales de la minería. Poco a poco, la lucha dio frutos, y una a una, las empresas mineras del mundo fueron desapareciendo hasta no quedar ni una sola. Motivado por su victoria, y una imagen de aves atrapadas en alquitrán, siguió convencido de que el próximo objetivo de su lucha serían las petroleras.
Fue a su computadora para organizar la próxima marcha, pero esta no encendió. Intentó entonces acceder a internet desde su celular, sin embargo, este tampoco funcionó. Lo que Fabio no sabía, es que el oro, debido a su durabilidad y resistencia eléctrica, es usado como conductor en microprocesadores, sin los cuales su computadora ya no funcionaba. Tampoco sabía que la batería de su celular era de litio, y que al eliminar la extracción de este recurso, también había eliminado la fuente de energía de los teléfonos inteligentes.
Por lo menos, esto facilitó la labor de Fabio y su grupo. Sin computadoras, la industria petrolera, cómo todas las demás, no tardaron en caer. El efecto fue inmediato, y la mayoría de vehículos y servicios de transporte dejaron de servir. Pero esto no le preocupó a Fabio, ya que él contaba con un vehículo eléctrico. Se subió al auto, giró la llave del arrancador, y un sordo “tick” lo sorprendió. De otros países llegaban rumores de que los vehículos eléctricos funcionaban. ¿Por qué el suyo no? Esto se debió a que en el país de Fabio, gran parte de la electricidad continuaba generándose a partir de combustibles fósiles, y no de fuentes renovables.
Las consecuencias de su movimiento empezaban a preocuparlo. “Debemos de hacer lo mismo” pensó. “Generemos energía renovable, y todo valdrá la pena”. Resultó que su país, debido a la gran cantidad de volcanes con los que cuenta, tenía un alto potencial geotérmico que se podía explotar para generar electricidad, así que tomó ese gran poder de convencimiento, y lo usó para solucionar el problema energético de su país a través de la geotermia.
Leyes, proyectos e inversionistas. Todo estaba listo para hacer realidad la visión energética de Fabio. Sin embargo, su grupo ambientalista entró en escena y detuvo todos los proyectos porque la ley definía que los volcanes y sus alrededores eran parques nacionales, dentro de los cuales estaba prohibido construir. El grupo ambientalista, que ya había tomado vida propia y actuaba a la libre, hizo caso omiso a las explicaciones de Fabio, y por el contrario, continuó vetando todo tipo de explotación de recursos.
Fabio quería convencerse de que todo aquello había valido la pena, y con esto en mente, fue al bosque de su comunidad. Cuando llegó, se horrorizó al ver cómo la gente ya había talado los árboles que quedaban. Los utilizaban cómo carbón para sustituir el petróleo, y así tratar de recuperar al menos una aparte de lo que alguna vez fue su sociedad.
Sin grafito con que poder redactar una queja, tuvo que ir personalmente a la oficina del gobierno y exigir una intervención, a lo que le respondieron que la empresa minera que anteriormente estaba ahí, contaba con un contrato que la obligaba a compensar los impactos que generara, sin mencionar que había pagado garantías que se podían cobrar en caso de cualquier daño ambiental. Sin embargo, al irse la empresa, todas esas protecciones y garantías habían desaparecido, por lo que no podía hacerse nada por el bosque.
Si bien la historia de Fabio es algo exagerada, ilustra no solo la importancia que tiene la explotación de recursos naturales en nuestra sociedad, sino también las consecuencias del ambientalismo extremo, y cómo sus repercusiones pueden llegar a ser aún peores que las que pretende evitar.
El más reciente veto minero en nuestro país, Crucitas, sirve como fiel y real ejemplo de cómo un movimiento de pensamiento extremo logró detener y sacar un proyecto minero del país, dejando una comunidad a merced de la minería ilegal, con problemas ambientales y sociales aún más graves de los que la empresa hubiera podido ocasionar.
Al día de hoy, los daños ocasionados en Crucitas, por haberse hecho de forma ilegal y clandestina, no tienen un responsable directo a quien pedir cuentas, y quienes antes alzaron la voz para proteger el ambiente, hoy callan para brindar soluciones.
El desconocimiento ejemplificado en Fabio se ve a diario en quienes pegan calcomanías plásticas de “No más petróleo” en el bumper de su carro; en quienes señalan los transgénicos sin saber que una zanahoria debería ser blanca; y en quienes, como Fabio, comparten un #NoMasMineria con su computadora o celular.
Hemos creado una sociedad en la que toda actividad humana genera un impacto en el ambiente. Sin embargo, la solución no es eliminar esas actividades. Por el contrario, se debe invertir en ellas para crear nuevas tecnologías que ayuden a controlar, mitigar y compensar sus impactos, y exigir a quienes lucran de esas actividades a implementarlos.
Si de verdad queremos practicar un ambientalismo efectivo, es necesario que tomemos conciencia de nuestro impacto como consumidores. Porque personas con ese nivel de conciencia, son quienes podrán alcanzar soluciones que realmente beneficien al ambiente y a nuestra sociedad.
En estos tiempos, se habla de responsabilidad ambiental. Pronto tendremos que hablar de ambientalismo responsable.