¿Recuerdan la película de los años noventa sobre JFK? Kevin Costner interpretaba a Jim Garrison, el abogado famoso que inició el caso para determinar quién había matado al presidente Kennedy. Su elocuencia, elegancia y distinción rimaban con la importancia de su misión: decidir quién había sido el culpable del asesinato más mediatizado de la segunda mitad del siglo XX.
Ahora pensemos en las películas de Parque Jurásico. ¿Recuerdan al geólogo y paleontólogo Allan Grant que interpretaba Sam Neil? Lo recordarán porque al igual que Kevin Costner, Sam está en el centro de la acción, aunque por poco tiempo. Al menos lo estaba, poco antes de huir para no ser devorado por una pareja de velocirraptors. ¿Estamos los geólogos destinados a morir en las fauces de un dinosaurio?
Las películas nos revelan los estereotipos en su absoluta crueldad: los abogados son esenciales para la sociedad; los geólogos son prescindibles. De acuerdo con ese estereotipo, los geólogos sólo apoyamos a los ingenieros, nunca llegamos a tiempo para prevenir el desastre y vivimos desconectados de la realidad, en algún lugar perdido del mundo, lejos de quienes toman las decisiones importantes. ¿Cómo es posible que seamos prescindibles cuando somos quienes encontramos los yacimientos minerales y los campos petroleros que le han dado el dinero a quienes toman las decisiones importantes?¿Qué tenemos los geólogos a nuestro favor para revertir esta situación?
Los geólogos somos capaces de ver un afloramiento (palabra sofisticada que significa “paredón”) e interpretar qué ocurrió ahí, o en algún lugar lejano, hace muchos o muy pocos años. Nos sobra la imaginación. Decía Albert Einstein: “Soy suficientemente artista como para dejarme llevar por mi imaginación. La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. La imaginación rodea al mundo”. El modelo del científico del siglo XX señala que la creatividad y la imaginación son esenciales para generar conocimiento.
¿Qué vemos en esta imagen? El artista Ciruelo, en su obra Petropicto (2014), ha aprovechado la apariencia superficial de esta roca, con su coloración natural y sus grietas, y ha tallado una carabela fantástica que nos lleva hacia un viaje misterioso y desconocido. ¿Qué vemos los geólogos? Vemos una piedra caliza, moderadamente fracturada, debido a diferentes tipos de esfuerzos, provenientes de diferentes direcciones. Ah, y también vemos la carabela.
En esta otra imagen, ¿qué ve el geólogo? Una intrusión (probablemente un gabro) que ha atravesado una secuencia de rocas sedimentarias (seguramente areniscas) que son necesariamente anteriores a la intrusión. Por supuesto, también ve la pata de un insecto gigante que quedó incrustada dentro de la arena. No se presenta el resto del cuerpo del insecto porque nos resultaría demasiado aterrador.
¿Qué más podemos decir de este híbrido entre geólogo y artista, entre científico y fabulador? Que el mundo contemporáneo es ideal para demostrar nuestra capacidad de imaginar y liderar en espacios multidisciplinarios.
Si dejamos de andar de raros, desconectados y desubicados tendremos buenas herramientas para visualizar. Nuestra capacidad de comunicación y habilidad para dialogar con otros puede ir acompañada de lecturas e inquietudes por otros temas “no geológicos” que nos ayuden a abrir nuestras perspectivas.
No tendrían que ser los economistas ni los abogados quienes lideren las discusiones que nos permitan entender el mundo en el que vivimos. Podríamos ser los geólogos. El geólogo de hoy sabe que los retos del desarrollo sostenible se abordan en equipo y sabe comunicarse con claridad, de manera que los demás profesionales entiendan su valor. Al menos debe saberlo, si no quiere ser la cena de cualquier velocirraptor…